“Hambre de piel”: Necesidad de contacto

Estas últimas semanas está pasando a primer plano la importancia del contacto físico entre las personas, como factor de alta incidencia en el equilibrio mental. 

La privación de los contactos interpersonales y el confinamiento sostenido están generando un deterioro significativo en gran parte de la población. Especialmente en quienes se encuentran imposibilitados de establecer contacto directo y presencial con sus seres queridos. 

Uno de los términos que empieza a cobrar trascendencia es el denominado “Hambre de Piel”, la profunda necesidad de contacto fìsico, las consecuencias psicológicas de la falta de contacto personal, la sensación de soledad, la melancolía del “extrañar”. 

El antropólogo Paul Byers estudió los efectos debilitantes del fenómeno que llamó “Hambre de Piel”: el tacto es un sentido clave para la vida humana y su carencia debilita el sistema inmunológico, además de influir en el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de hormonas del estrés y el amor (cortisol y oxitocina).

Muchos investigadores establecen una relación entre el afecto táctil y el estrés, la depresión, la soledad y la ansiedad. 

A través del tacto se activan las endorfinas, con los abrazos se segrega oxitocina y ambas sustancias causan en nuestro organismo sensación de bienestar. Y si sostenemos la mano de un ser querido, nos sentiremos más protegidos frente al peligro y notaremos un alivio inmediato.

James Coan, profesor de psicología en la Universidad de Virginia, ha estudiado las implicaciones del contacto humano con la resonancia magnética. Su observación es que “el solo hecho de tomar de la mano a alguien querido, nuestro cerebro reduce la producción de las hormonas del estrés, al mismo tiempo que disminuye la actividad de las regiones cerebrales que reaccionan ante el miedo».

¿Es posible establecer nuevos protocolos para habilitar formas protegidas de contacto?

En mi experiencia de consultorio, he notado que las personas que han podido experimentar algún tipo de “revinculaciones” han registrado un gran alivio. Se puede notar una disminución de síntomas de ansiedad, insomnio, tristeza y pensamientos negativos. 

Estas son algunas conversaciones que dan cuenta de esta situación:  

Juan: “El fin de semana, luego de 3 meses, fuimos a la casa de mi vieja. Ella me pidió por favor que quería ver a Matías (su nieto). Te aseguro que yo no pensaba ir, imaginate si la llego a contagiar, ¿quién me saca la culpa?. Pero en este caso, fue ella la que me insistió. Y fuimos. Llevé alcohol, ropa para cambiarnos, y ella nos preparó una mesa al aire libre. ¿Sabés? Estaba tan feliz. Me dijo que ese día se le fueron todos los dolores y a la noche durmió como un bebé”.

Clara: “Vale, el jueves fuí a lo de mis viejos. Hasta ahora siempre les dejaba las bolsas en la seguridad del edificio y ellos se las alcanzaban a su piso. Pero esta vez, cuando llegué, ella me pidió que subiera. Yo lo hice, un poco desconcertada. Cuando subí, estaba en el palier. No entré a su casa. Y ahí los tenía en la puerta a los dos asomados. Y conversamos un ratito. Todo muy raro. Mi papá se notaba emocionado. Sentí ganas de abrazarlos, tuve el impulso, pero no; mi mamá me frenó. Ahí pude notar su miedo. Igual la noté muy ansiosa por verme, sentirme cerca. Ellos son muy mayores, con problemas de salud. Me quedé tranquila al saber lo bien que les hizo compartir ese momento conmigo”.

Ana: “Esta semana voy a salir a caminar unas cuadras con mi abuela. Quedamos en que la voy a pasar a buscar, obvio con todas las medidas de cuidado y distancia. Me dijo que ya no soportaba dejar de verme y compartir nuestros momentos”.

Martín: «Hace unas semanas, mis padres comenzaron con comentarios melancólicos. Por eso empecé a llevarles a las nietas a la vereda. Los síntomas depresivos desaparecieron ese mismo día».

Elsa: «Todos los días mi hijo me llama para que yo pueda comunicarme con mi nieto (de 2 años). No me alcanza» -me dice llorando. «Necesito poder besarle esa pielcita de bebé».

Uno puede observar cómo pequeñas intervenciones pueden resultar absolutamente gratificantes y hasta terapéuticas.  

Las personas que sufren de privación de contacto pierden la sensación de sostén, de que alguien las respalda, de que son parte de una comunidad interconectada. 

El impacto altamente positivo que genera el contacto, (respetando medidas de cuidado), es un aspecto a considerar a la hora de implementar nuevas conductas sanitarias. ¿Micro burbujas? ¿Protocolos microsociales? Desde el ámbito de la salud mental es obligación de los profesionales dar cuenta de esta situación que se está volviendo crítica.

También la salud mental es parte de la salud. La dicotomía físico vs mental no tiene razón de ser desde una mirada integral de la persona. 

¿Podremos generar nuevas respuestas adecuadas a cada situación, que tengan en cuenta al ser humano como una integridad?

Alguna estrategia que permita minimizar los riesgos del contagio, pero teniendo en cuenta la convergencia de todos factores posibles: biológicos, psicológicos y sociales que influyen en la salud integral. 

 


Lic. Valeria Bedrossian

valeriabedrossian@gmail.com
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