“El miedo que tienes hace, Sancho, que ni veas ni oigas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son”.
Don Quijote, en la novela homónima de Cervantes.
El miedo es una emoción primitiva provocada por la sensación de amenaza real o imaginaria. Se relaciona íntimamente con la ansiedad que, cuando aumenta, retroalimenta toda señal de miedo y adquiere carácter patológico. La máxima expresión del miedo es el terror.
Desde un punto de vista biológico, responde a un mecanismo adaptativo que tiene como objetivo la preservación.
Desde un punto de vista psicológico, el miedo es un mecanismo modelado por factores internos y externos que regula, entre otras cosas, la adaptación de la persona a su ambiente. Es una respuesta aprendida y modelada social y culturalmente.
El miedo nos aparta del peligro pero, paradójicamente, puede constituir un peligro en sí mismo.
Cuando el miedo se transforma en nuestro enemigo
Cuando sobrepasa cierto umbral y supera la capacidad adaptativa, se convierte en patológico, provocando un malestar significativo, con síntomas físicos, psicológicos y conductuales. Se activarán las mismas respuestas pero ante peligros inexistentes.
Nuestra relación con el miedo es parte de una construcción que vamos realizando a lo largo de nuestra vida. Se presume que interactúan factores biológicos y ambientales en su desarrollo. Ciertas improntas biológicas podrán verse reforzadas con sucesos traumáticos vividos, y es importante el acompañamiento de nuestro entorno en esas experiencias vitales.
Nuestra respuesta de miedo se sostiene a través de creencias, emociones y acciones.
La representación interna del enemigo
Cuando la ansiedad escala internamente distorsionamos, sin darnos cuenta, la representación interna del estímulo amenazante. Es así como ante un ruido podemos representarnos la idea de un ladrón queriendo ingresar a nuestro hogar. En ese caso, la decodificación que hacemos de ese ruido es lo que nos gatilla la sensación de temor, no el estímulo en sí mismo.
No es el objeto lo que dispara la respuesta temerosa, sino la imagen proyectada (imaginada). El cerebro responde a esa representación mental tomada como real.
«Soy un hombre viejo y he conocido muchos problemas, pero la mayoría de ellos no ha llegado a suceder jamás».
Mark Twain
El nivel de desgaste anímico al que se ve sometida una persona afectada por el miedo es altísimo, incluso sin percibir cuántas de esas experiencias son producto de sus propias representaciones internas.
Los miedos básicos del ser humano
-El miedo a la muerte: Se derivan de este miedo todos los estímulos que pongan en riesgo la propia vida o la de nuestros seres queridos: el miedo a los accidentes, a las alturas, a volar en avión, a ser asesinado, etcétera.
-El miedo a la pérdida de autonomía: Este miedo representa cualquier situación que implique la pérdida de control de nuestra libertad personal. Quedar limitado, encerrado, reducido, restringido. El miedo a la pobreza, a los lugares cerrados, al compromiso, entre otros.
-El miedo a la soledad: Se relaciona con el miedo al abandono, rechazo o exclusión. Miedo a la desvalorización personal y al desamparo.
-A enfermar o sufrir una mutilación: Perder la integridad física. Hipocondría, miedo a exponerse a los virus, gérmenes (misofobia/bacilofobia) y a la posibilidad de ser contaminado y afectado físicamente por ello.
-Miedo a la humillación o a la vergüenza pública: Todo lo que implique perder nuestro prestigio personal, el miedo a la crítica, a la desaprobación y/o como dicen algunos autores a la “muerte del ego” (Karl Albretch). Aquí es preciso mencionar el miedo a hablar en público.
Más allá de las generalidades, la relación con el miedo, en la consulta clínica, adquiere características personales. Puede que dos personas tengan el mismo miedo, pero que lo que les represente a ambas personas sea diferente. Por ejemplo, el miedo a volar representa, en una persona, el perder el control; y en otra, el miedo a morir.
Es tan personal dicha relación que en el “ranking” de miedos, para algunos autores el miedo a hablar en público, ocupa un lugar por encima del miedo a la muerte.
Jerry Seinfeld (humorista estadounidense), en relación a esto menciona:
“En un funeral, la mayoría de los asistentes preferiría estar en el ataúd que pronunciando el discurso fúnebre.”
La sensación de amenaza percibida por quienes al hablar en público se sienten amenazados o demasiado expuestos, puede gatillar la misma respuesta orgánica de quien experimenta un asalto. Nuestro cerebro lo interpreta como un peligro y se activa una reacción física acorde a ello.
Esta ansiedad en niveles razonables puede ayudarnos a estar mejor preparados porque la adrenalina nos aporta una dosis extra de energía para una respuesta más eficiente. El problema es cuando ese miedo nos paraliza y afecta nuestra vida.
El miedo al miedo
Las personas que experimentan miedo o han atravesado situaciones traumáticas desarrollan lo que se denomina “miedo al miedo”: consiste en el temor anticipado o preocupación continua a que se repitan nuevos ataques de pánico o de gran ansiedad. En estos casos es imprescindible el abordaje desde la creación de estrategias cognitivas para evitar que la misma sensación de miedo anticipada provoque la respuesta temida.
Enfrentar al miedo
“La cueva oscura donde temes entrar es donde está tu tesoro”.
Joseph Campbell.
La presencia de miedo está asociado a niveles de insatisfacción, infelicidad e inhibición en el desarrollo personal y profesional. Fundamentalmente porque lleva a la evitación directa o indirecta de toda amenaza. Y a la falta de confianza de la persona en poder afrontar los desafíos.
La terapia sistémica permite acompañar a la persona en el proceso de enfrentar progresivamente sus miedos (nombrarlos, entenderlos, desmitificarlos) y al mismo tiempo, a aumentar la confianza en sus propios recursos personales.
Progresivamente el miedo va perdiendo el carácter de enemigo para transformarse en un compañero que nos conecta con aspectos olvidados de nosotros mismos y nos fortalece.
“Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino quien conquista ese miedo”.
Nelson Mandela.
Lic. Valeria Bedrossian
valeriabedrossian@gmail.com
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