La resiliencia es “la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por experiencias de adversidad” (Grotberg, E 2001).
Este concepto surge a partir de diferentes investigaciones sobre las respuestas de personas a situaciones traumáticas. Estas conductas resultaron ser contrarias a lo esperado en relación a su desempeño. Se presumía que “si tal persona era enfrentada con un suceso traumático, el resultado sería desestructurante y generador de patología”.
Resulta que diferentes estudios de seguimiento de casos, pusieron de manifiesto un factor inesperado: demostraron que muchas personas en situaciones traumáticas salían heridas pero fortalecidas y lograban posteriormente un desarrollo funcional y saludable. Esas personas mostraron una respuesta muy superior a lo esperado.
A partir de esos resultados se ha intentado identificar factores que prometerían un comportamiento resiliente (creatividad, sentido del humor, autoestima consistente, independencia), pero hay un factor X que finalmente determinará el resultado. El ser humano tiene aspectos impredecibles.
Por lo tanto la capacidad de resiliencia no puede pensarse como un rasgo de conducta estable, sino como un proceso dinámico en el cual el contexto es muy relevante.
Me interesa detenerme particularmente en el papel determinante de las relaciones en la constitución de la resiliencia como respuesta ante eventos críticos.
Los estudios sobre resiliencia en diferentes poblaciones concluyen que la aparición o no de resiliencia depende de la relación significativa con otra persona. ¿Por qué dice “significativa”? Porque dicha relación debe ser especial, una relación en la que el otro pueda devolver una mirada de reconocimiento, de confirmación de uno mismo.
Una relación con una persona en la que uno sienta que puede contar y que transmite la sensación de ser importante para ese otro. Esa relación no necesariamente debe ser con un familiar o con un amigo íntimo. Puede darse con un profesor, un vecino, un terapeuta, un enfermero, alguien que se encuentra en el lugar adecuado, justo en el momento que uno lo necesita y que se convierte en un apoyo esencial para esa persona.
Así como uno se constituye como ser humano a partir de la mirada de un otro (madre, padre o persona de crianza), en el curso de la vida es esencial relacionarnos con personas que nos acepten, que nos miren tal cual somos, y nos devuelvan una mirada confirmatoria de nosotros mismos. Ese acto es el mayor combustible del ser humano. No es una confirmación del nivel del tener, o del hacer, sino que es una confirmación de un nivel ontológico, esto es, del “ser”.
El desarrollo de resiliencia en personas expuestas a eventos críticos puede explicarse no sólo por sus características de personalidad, sino por el tipo de vínculos sostenidos con otros seres de su entorno. Estas relaciones resultan ser estimulantes y reparadoras.
En mi experiencia clínica de consultorio en particular y en mi experiencia hospitalaria, lo que pude observar es que aquellos pacientes en situaciones críticas que tenían relaciones significativas, respondían mejor a los diferentes tratamientos, incluso en su respuesta ante el dolor. Y su calidad de vida era superior a la de aquellos que no contaban con este tipo de relaciones.
Lo opuesto a esta actitud empática es la alienación que se produce cuando estamos automatizados en relaciones en las que nos sentimos desconectados de nosotros mismos y de los demás.
Las relaciones que se sostienen en el tiempo y que resultan más funcionales y nutritivas son aquellas en las que ese tipo de vínculos está presente, ya sean de pareja, amistad o familia.
Los enfoques resilientes tienen, a mi criterio, una lógica diferente a todos los paradigmas tradicionales en salud mental. No poseen una mirada lineal, que anticiparía que tal persona sometida a la adversidad responderá de tal o cual manera, patológica o no, sino que implican un enfoque en las potencialidades de cada persona.
“Nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo.”
B. Spinoza
Lic. Valeria Bedrossian
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Así es, y quiero aportar un ejemplo: en un momento muy difícil del camino, cuando se sumaban cada día más obstáculos,sin saber por qué comencé a escribir, dejaba notas que hacia mientras todo era un problema, cada día. Así fue que sin darme cuenta pude publicar mis libros juntando lo que había salido de mi interior, en momentos de mucho dolor y soledad. Ojalá hoy en esta cuarentena, pueda sacar algo positivo. Y siempre acompañada de mis afectos. Gracias! Siempre tan claro cómo expresás los temas, de mucha ayuda. Diana Farias
Gracias por contar tu experiencia. Cómo en ese momento pudiste sacar de la baulera esa parte creativa que te ayudó a expresar algo de todo lo que te estaba ocurriendo. Me sorprende la capacidad del ser humano para trascender esos momentos, aunque uno transite por momentos de incertidumbre y temor, luego cuando mira hacia atrás puede confiar más en sus propios recursos. Gracias por compartirlo, un beso.
Que buen artículo !!! Pasé por situaciones, al margen de este momento, que es verdad salí o me ayudó a dejar y cambiar conductas que desconocía la forma en que me rearmé!! Muy bueno !!!
Ariel, es muy gráfico esto que decís de rearmarse, uno no sabe cómo, pero logra hacerlo. Y cada una de estas experiencias es un desafío. Especialmente a nuestra confianza en poder lograrlo otra vez. Por qué, no? Un beso.
Gracias por recordar la importancia de las relaciones. Es un momento en el que me acerqué a personas con las que me siento muy contenida y también hago cosas que siento que pueden ayudar a otras personas, que por ejemplo, viven solas. Algunas personas mayores, que tal vez un llamadito les cambia el día. Me da pena que la gente mayor tenga que pasar por esto, al menos uno trata que no se sientan tan solos. Es salir de esa sensación de desamparo. Como decís, saber que hay alguien con quien esa persona sienta que puede contar. Gracias, muy claro el tema.