El desafío de la comunicación con los niños

Hay un tema que siempre me llamó la atención. Tiene que ver con la comunicación entre padres e hijos. Especialmente lo que los hijos no cuentan a sus padres. 

A menudo escucho las siguientes expresiones: “Mi hijo no me cuenta nada, no se comunica”,  “cada vez que intento hablar, se retrae”, “mi hijo no quiere hablar conmigo de lo que le pasa”, “le tengo que sacar con tirabuzón”.

Cuando retiro a mi hija del colegio, mientras camino esas cuadras cargadas de niños alborotados, de padres ansiosos, autos estacionados en doble fila, escucho las típicas preguntas que hacemos a los chicos: «¿cómo te fue?», «¿qué tal el cole hoy?», a lo que generalmente responde con un monosílabo, o como mucho: “¡bien bien…todo bien»!

Es evidente que ese no es “su momento” para expresarse. Sin embargo, como padres, al día siguiente volvemos a reproducir la misma escena. Y las respuestas vuelven a ser las mismas.

Ahora bien, puede ser que en el momento menos pensado, cuando estamos preparando la cena o queremos relajarnos, escuchamos que comentan al pasar: “El año que viene me quiero cambiar de colegio”, “Hoy a la salida Matías insultó a Martín y sus padres terminaron discutiendo», “Hoy tuve que hablar en clase y me sentí muy nerviosa porque sentí que se reían de mí”.

En esos momentos en que estamos concentrados con otra cosa, nos cuesta conectarnos con esos relatos dignos de atención.

¿Qué nos pasa con lo que nos cuentan nuestros hijos?

En mi caso, cuando me sucede algo así, algún comentario que me desconcierta, una parte mía dice: “está con ganas de hablar, aprovecho este momento para escucharla”. Entonces, sigo en lo que estoy haciendo para que no se retraiga ni interrumpa el relato, pero toda mi disposición está puesta en eso que me está contando. Me debato por intervenir y a la vez intento escuchar sin juzgar. ¡Qué esfuerzo enorme!.

Me pregunto, ¿cómo reaccionamos cuando nuestros hijos nos expresan algo que nos parece inaceptable o doloroso?

Cuando escucho algún relato que me impacta, me quedo expectante…Y pienso ¿en qué momento decirle algo? Porque si lo hago, interrumpo esa ola de sinceridad, si le corto el relato, temo que no pueda retomarlo. Entonces, muchas veces le pregunto sutilmente, tratando de entender qué piensa o siente al respecto. 

Atrevámonos a entrar en conversaciones con nuestros hijos…en primer lugar abriendo no sólo los oídos sino también nuestro ser para escuchar aún aquello que no nos resulta agradable…y luego ver en qué momento dar nuestra apreciación.

Del “Tenemos que hablar” a “encontrarnos conversando….”

Dejemos a nuestros hijos contar sus relatos.

La comunicación no es un evento aislado en nuestra vida cotidiana. Es un proceso contínuo en el que intervienen aspectos analógicos (de comunicación no verbal) y aspectos digitales (de conceptos transmitidos en palabras). 

Los gestos, el contacto visual, la expresión corporal, la distancia física, el tono de voz, la carga afectiva que transmitimos en nuestras relaciones son elementos esenciales de la comunicación que tienen un efecto en lo anímico.

Cuando decimos “tenemos que hablar”, desconocemos que la comunicación está ocurriendo todo el tiempo, sólo que en algunos momentos predominan los conceptos. 

En una relación cercana, la comunicación más importante es la no verbal. Es la que da sensación de seguridad y contención. Y da lugar a que ocurran intercambios verbales que puedan ser bien recepcionados en un entorno de empatía y congruencia. 

Si podemos afianzar y ser concientes de que todo el tiempo estamos comunicando, en la comunicación con nuestros hijos, el desafío será, en todo caso, a la hora de intentar intercambiar información puntual, proponernos: 

  • Tomar las oportunidades que se nos ofrecen cotidianamente para abrir esas posibilidades de expresión de los relatos….sí.!!! ..en el lugar en el que nos encontremos!!! No se puede acordar una cita para esos diálogos espontáneos.
  • Facilitar la charla.… dejarlo expresarse, dejarlo narrar, contar, reírse, enojarse, emocionarse, arrepentirse porque lo que ocurre generalmente es que si el niño está contando algo que es inaceptable para el padre, éste lo interrumpe le da un sermón sobre lo malo, negativo, peligroso etc. Y evita que el niño se exprese y que él mismo pueda reflexionar. Y qué sucede? La próxima directamente lo omite. La relación logra el ocultamiento.
  • Si observamos que se encuentra angustiado o preocupado por algún tema y le resulta difícil expresarlo una posibilidad es, en forma muy sutil, deslizar en forma directa o indirecta, algunos conceptos que puedan aliviarlo. Una palabra puede ser de gran impacto y ordenar su mundo emocional sin necesidad de exponerlo a una charla. 

De lo que se trata es darle lugar a sus expresiones, por mínimas que sean, sin invadirlos con sermones ni palabras vacías, para que puedan sentir que vale la pena expresarse, aunque sea para luego ayudarlos a pensar, a rever posibilidades, transmitirles nuestro parecer y fundamentalmente no dejarlos solo.

Conversar.

En mi experiencia de terapeuta escucho a diario que los niños y adolescentes omiten contar aquello que creen que sus padres consideran inaceptable, doloroso, o cuando no perciben una disponibilidad genuina para el diálogo. Eso es para mí un gran riesgo. Es ahí donde dejan de estar acompañados afectivamente y experimentan una sensación de soledad. 

¿Qué hacemos con nuestros niños?

Sería esencial tomar conciencia que todo el tiempo estamos comunicando, que en lo vincular es clave la coherencia entre lo que decimos verbalmente y lo que expresamos corporalmente. A veces transmitimos algo muy distinto de lo que creemos por no estar abiertos genuinamente a esas conversaciones espontáneas. Siempre la comunicación es una oportunidad de clarificar nuestras ideas y especialmente de acercarnos.

«Lo esencial surge con frecuencia al final de las conversaciones.

Las grandes verdades se dicen en los vestíbulos».

 E. Cioran

 


Lic. Valeria Bedrossian

valeriabedrossian@gmail.com
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Comentarios

  1. Maria dice:

    Me encantó!!! Me abrió y me aclaró un panorama que no tenía claro. Gracias!!!

    1. Valeria dice:

      Me alegro! Esa es la idea! Gracias por compartir tu impresión.

  2. Ana dice:

    Me fue muy claro el texto. A mí personalmente me cuesta mucho cuando me empiezan a comentar cosas, me pongo muy nerviosa y reconozco que a veces no puedo con mi genio. Mis hijos no me cuentan nada y no sé si es porque son así o porque saben que uno tiene ideas muy firmes respecto a algunos temas y no quieren defraudarnos ni a mí ni al padre. Verdaderamente me quedo pensando cómo ir revirtiendo esta situación de comunicación Gracias por el texto tan claro.

    1. Valeria dice:

      Gracias Ana por tu comentario. Tomar contacto con lo que nos pasa cuando alguien, y especialmente, nuestros hijos, nos comentan algo que nos cuesta asimilar es un punto de partida para revisar la comunicación que estamos teniendo. Y siempre se pueden dar oportunidades para remontar el contacto y poder profundizar las charlas. Reconocer que nos cuesta “escuchar” ciertas cosas; Y darnos el espacio para ir procesando los temas para luego poder estar más receptivos. Eso no significa estar de acuerdo, pero negarlo no resuelve nada. Es un desafío poder abrirse a esas comunicaciones. Un tema para seguir desarrollando. Gracias!

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