Hay muchos mitos alrededor de la terapia de pareja:
“Si empezás terapia de pareja, terminás separándote”.
“No pienso ir a que alguien me quiera meter ideas raras en la cabeza y termine con nuestra familia”.
“Los problemas con mi pareja los arreglo yo. Yo decido qué hacer con mi vida”.
“Necesitar una terapia de pareja es que está todo mal”.
“Si con tan poco tiempo de relación ya estamos pensando en una terapia de pareja, es un mal pronóstico”.
¿Qué es terapia de pareja?
La terapia de pareja es una conversación con una especialista para mejorar aspectos de la relación.
El objetivo es identificar aspectos disfuncionales de la dinámica de la relación y mejorarlos.
Es común que una pareja llegue a la terapia con un alto nivel de conflicto, y un modo de comunicación empobrecido. Al poder conversar en presencia de un especialista que facilite esos intercambios, cada uno puede dar a conocer su punto de vista y reencontrarse con el otro, gracias a una forma de comunicación más armónica. Esto resulta liberador y en muchos casos se pone en evidencia que el conflicto estructural no es tan grave ni irreversible como ellos mismos habían imaginado.
Lo que acentúa el conflicto generalmente es el modo de comunicación sostenido por la pareja hasta el momento de la consulta; ante el miedo a las discusiones, las parejas evitan el intercambio verbal para no pelear, esto acentúa las suposiciones y resulta un distanciamiento al punto de no conocer claramente lo que el otro piensa ni siente.
Es posible pensar que cuanto antes realicen la consulta, es más factible que el conflicto sea más abordable dado que cuanto mayor es el tiempo que transcurre, más se rigidizan los comportamientos.
El trabajo terapéutico permite ver el grado de satisfacción de cada uno y la posibilidad de armar un espacio que contemple el bienestar de ambos. Para que estar en pareja no signifique que uno de los dos se pierda a sí mismo.
El desafío de todas las relaciones es poder redefinir todo el tiempo la forma de vincularse de una manera evolutiva.
Facilitar conversaciones.
En esos encuentros lo que sucede es precisamente eso que la pareja no puede hacer por sí misma: conversar de otra manera sin invalidar al otro, sin pelear; escucharse, sin someterse, sino dándose a conocer a sí mismo frente al otro y de ese modo intentar armar una dinámica que facilite el crecimiento mutuo.
Pensar la pareja como un ensamble.
“Ensamblar: unir varios elementos de manera que ajusten entre sí”.
Hay ensambles que son más satisfactorios que otros. Puede que algo que en algún momento fue positivo para ambos, ej que él tuviera un comportamiento protector, con el tiempo resulta restrictivo para ella. O que la llegada de los hijos requiera una reestructuración de funciones para que no se sobrecargue uno de ellos y eso genere hostilidad y tensión.
Al finalizar su terapia, algunas parejas expresan:
“Yo nunca pensé que él iba a cambiar esa actitud, pensaba: las personas no cambian”.
“No puedo creer que el sólo hablar de estas cosas archivadas, iba a generar este acercamiento». Ahora la conozco más”.
“Por la forma que me trataba, pensé que ella ya no me quería”.
“Ahora me siento tenido en cuenta”.
En los 25 años que llevo atendiendo parejas comprobé que es verdaderamente bajo el número de parejas que terminaron en una separación, y han sido situaciones en las que continuar en esa relación era nocivo para uno de los integrantes o para ambos.
Muchas veces es necesario conversar en un espacio diferente para que se vayan transformando algunos elementos del ensamble que puedan traer malestar. La fuerza vital que se va regenerando a partir de pequeños movimientos da ese impulso para nuevas posibilidades de reestructuración y cambio.
Desde esta perspectiva la demanda de terapia de pareja puede pensarse como una oportunidad para replantearse la forma de relacionarse y a cambiar pautas que ya no son estimulantes para el desarrollo mutuo.
Lic. Valeria Bedrossian
valeriabedrossian@gmail.com
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