Dependencia emocional: Relaciones tóxicas

Escenas de sesiones:

Ana: “Prometo que en esta sesión voy a hablar de mí. Las últimas sesiones me la pasé hablando de él”. 

Terapeuta: “No te preocupes, aunque hables de él, estás hablando de vos. De tu relación con él, qué lugar le das en tu vida. Tu forma de relacionarte con él es tuya.”

Cuando Ana está bien con él, su vida fluye, se vuelve vital y alegre, y puede pensar en  cancelar su sesión de terapia, puesto que “está todo bien en su vida”. Cuando algo del otro pone en dudas la relación, su vida se pone en suspenso. Pendiente de sus llamados, de sus mensajes, de sus acciones, y las sesiones se vuelven una necesidad impostergable. 

Martín: “No lo puedo creer. Sofi me dijo que necesitaba un tiempo. Llorando me dijo que dudaba de lo que sentía por mí.  Yo la veía medio en su mundo, pero como ella es así, no llegué a pensar que el tema era conmigo. Encima le pregunté un montón de veces cómo estaba y siempre me decía “bien”…

¿Sabés lo que me duele? Que yo hacía todo por hacerla feliz. Me banqué cosas que otro tipo no se habría bancado. Y ahora me responde así. No sé qué necesita ella para estar bien, para entrar en razón. ¿Creés que esto se le va a pasar?”.

Si uno observa detenidamente los relatos, en ambos casos se ve que hay un acento excesivo en describir lo que le pasa al otro al punto que sus propios sentimientos quedan en segundo plano. Parten del otro para definir la relación. 

El acento está puesto en ajustarse al otro para que la relación funcione. 

Dosis tóxicas de relación

Hay una expresión que dice “no hay sustancias tóxicas, sino dosis tóxicas”. Ese concepto representa un desafío en las relaciones. Porque uno, al conocer a alguien y establecer una relación, puede encontrarse con aspectos del otro que no le agradan o que le generan cierto rechazo. Pero puede que se pregunte: si es una persona que “vale la pena”, tiene un montón de cosas buenas, ¿lo/a voy a dejar por ésto?.

¿Cuál es la medida de la tolerancia que uno puede tener? ¿Seré muy exigente?

Las relaciones tóxicas son aquellas cuya dinámica genera que uno de los dos, o ambos, se sientan afectados en su bienestar a causa de esa misma forma de relación. Son relaciones que disminuyen a alguno de sus integrantes, le menoscaban su valoración, la independencia, la alegría y lo van paralizando cada vez más en su crecimiento personal. 

Esas relaciones pueden tener como trama comportamientos disfuncionales que se van naturalizando e impidiendo la capacidad de reacción al punto de verse envueltos en un espiral de malestar/alivio, ilusión/desilusión, amor/odio, agresión/perdón, sin fin.

La temática típica contiene elementos de control, celos, ambivalencia, engaños, mentiras, faltas de respeto, denigración, humillación, destratos, maltratos, indiferencia, pero no necesariamente estos comportamientos son siempre tan evidentes. A veces pueden darse relaciones tóxicas en parejas que no presentan indicios expresos de estas conductas, pero en una escala menor algo de esa forma de relación es vivida con malestar por alguno de sus integrantes. 

Lo que determina si una relación es dañina o no es la vivencia de la persona. 

  • Es una relación que hace mal. Como diría Spinoza, es algo que disminuye a la persona, no la aumenta en su ser. Nada que disminuya la potencia de uno mismo puede ser bueno. En nombre del otro pierdo identidad.

Algunos comportamientos típicos de relaciones tóxicas 

-Posesión y control: Se va instalando una actitud posesiva y de control, en nombre del amor, del cuidado, del “estoy pendiente de vos”, etcétera. Muchas veces esta dinámica se instala porque en un principio algunas conductas son consideradas positivas porque denotan interés, cuidado, atención. Luego se vuelven asfixiantes. 

-Ambivalencia afectiva: Presencia constante de sentimientos contrapuestos (amor/enojo; confianza/desconfianza; seguridad/miedo) con gran dificultad para definir y clarificar las emociones. La ambivalencia emocional deja a la persona sin capacidad de acción, por la sensación interna de ambigüedad, confusión y desconcierto que genera. 

-Descalificación. Caracterizada por situaciones -sutiles o no- de menosprecio y desvalorización ante las cuales el afectado no sabe cómo reaccionar, e incluso duda acerca de si es exagerado reaccionar por ello. 

Hacer sentir culpable al otro y ejercer manipulación. Uno de los dos se caracteriza por ser inductor de culpa y el otro es permeable a esa inducción. “Desde que empezaste teatro, ya no sos la misma. Ella, inoculada por la culpa, piensa en dejar de asistir a sus clases.” O “¿Te vas a encontrar con tus amigos del trabajo justo hoy que me quedo en casa?». Él entra en una confusión, y, al sentirse en falta, puede terminar cancelando la reunión acordada.

Intimidación y control mediante “mal carácter”. Uno de los dos se caracteriza por tener mal carácter y esto hace que el otro no reaccione, para no generar un clima de tensión.  

-Mentir para no generar problemas. Para que no se enoje, para no generar un mal clima, para no discutir, uno de los dos termina mintiendo y se va sosteniendo un rosario de pequeñas mentiras para sostener una fachada de “armonía”. 

-Excesivo pegoteo que no permite el crecimiento individual. Se ve restringido el espacio personal y se debilitan los lazos con el mundo exterior. 

-Relación de conveniencia  Sucede cuando uno de los dos toma al otro en forma funcional a sus necesidades materiales y el otro se acopla a eso, aunque interiormente “sabe” que no hay un sentimiento genuino. 

Esta enumeración no agota los modos tóxicos de relación, puesto que existe toda una tipología de relaciones disfuncionales que atrapan a las personas involucradas en ella. Cada persona, por sus propias características y debilidades personales será más permeable a alguna de ellas. 

Éstas formas de relación generan un deterioro en lo psicológico y, con el tiempo, tienden a desencadenar somatizaciones. El cuerpo termina expresando y cristalizando el malestar. 

Tratamiento de la dependencia emocional

Las denominadas relaciones tóxicas pueden compararse, por la dinámica y el deterioro que pueden generar, con las adicciones. Aquí la sustancia es el otro. 

Es difícil salir solo de los circuitos enfermos, puesto que se retroalimentan y uno, al estar tan viciado, vuelve a pisar el palito una y otra vez. Y en ese juego sin fin se va generando una disminución tal de la propia percepción, que invalida toda posibilidad de salida autónoma. 

Los preceptos sociales y románticos, y determinadas creencias acerca del rol de la mujer y/o del hombre, potencian ciertas acciones que aumentan la dependencia emocional.

Muchas personas que padecen dependencia emocional son extremadamente inteligentes, pero la intensidad del vínculo les impide reaccionar y dejar de aferrarse al otro. 

Baja autoestima

Las personas con más riesgo de establecer relaciones tóxicas son aquellas cuya valoración está disminuida, su autonomía afectada, y buscan en otra persona una fuente de reconocimiento y confirmación. A veces no son capaces de identificar los aspectos nocivos de la relación. No son necesariamente personas que se vean vulnerables en otros aspectos de su vida. Su talón de Aquiles está ahí; en la falta de confirmación emocional. No es que no pueden; es que creen que no pueden.

Terapia sistémica

La terapia específica para estos trastornos debe promover la construcción de “nuevas respuestas y potenciar los recursos de los pacientes” (O’Hanlon y Wiener-Davis), con el objetivo de:

-Identificar patrones destructivos. 

-Aprender a detectar la comunicación patológica. (Uno de los puntos más importantes).

-Activar recursos personales. Fortalecer la autoestima. 

-Tomar conciencia y aplicar las pautas aprendidas a las relaciones. 

-Aprender a discernir cuándo alguien o algo es bueno para uno.

Los abordajes grupales también han demostrado ser de ayuda, junto con la terapia individual para abordar los modos de relación que resultan dañinos e insatisfactorios.


Lic. Valeria Bedrossian

valeriabedrossian@gmail.com
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