El impacto del diagnóstico de COVID19 es en la mayoría de los casos, un hecho disruptivo. Produce un quiebre en la vida tal como era hasta ese momento: la persona sabe que está bajo el influjo de un virus que está poniendo en jaque al mundo entero.
Sobreviene la pregunta más intrigante de todas: ¿cómo me impactará a mí esto?.
Las creencias y expectativas acerca de las enfermedades pueden afectar la experiencia, modificar el umbral del dolor, la percepción subjetiva y crear un gran condicionamiento. El impacto inicial puede activar su sistema defensivo, pero también puede ser contraproducente por sentirse uno vulnerable frente a semejante intrusión.
En esta respuesta del organismo opera la propia sensación de vulnerabilidad, que muchas veces es superior a la real. Esto significa que tal vez uno es más fuerte de lo que cree, el organismo puede responder mucho mejor de lo que uno podría imaginar.
Diferentes investigaciones han puesto de manifiesto la relación entre el estrés y la inmunidad. No estamos en condiciones de asegurar que porque alguien está estresado el resultado va a ser letal, pero sí que el impacto en el organismo de quienes se ven afectados por el virus, y que tienen una buena autopercepción de sus fortalezas y confianza, va a ser una variable que incide en el bienestar anímico.
Mi experiencia hospitalaria en cuidados paliativos me permitió comprobar que el impacto emocional puede producir un aumento en la percepción de dolor y malestar en el curso de una enfermedad. El componente psicológico le agrega una nueva magnitud al dolor e intensifica su percepción subjetiva. De hecho, los especialistas en medicina del dolor toman en consideración esta dimensión que ya forma parte de una concepción integral denominada: Dolor total.
“El dolor total afecta a la integridad de la persona y puede ser visto como la punta de un iceberg, bajo la cual están diversos factores físicos, emocionales, sociales y espirituales intrínsecamente unidos que contribuyen cada uno a la experiencia álgica*”**.
La proliferación de pensamientos distorsionados, catastróficos y anticipatorios surgidos frente al contagio produce una permanente conmoción emocional y un efecto de estrés que nuestro organismo tiene que agregar mientras lucha contra el COVID impactando en nuestra inmunidad.
Hace relativamente poco tiempo se le ha asignado una consideración importante a la relación entre el dolor y otros aspectos físicos, psicológicos y sociales de la enfermedad en el manejo del dolor y el sufrimiento. Se ha comprobado que se produce un gran alivio en el paciente cuando recibe una adecuada explicación previa a un tratamiento, una guía anticipatoria que reduzca su ansiedad, cuando puede expresar sus temores y fantasías, se da lugar a sus temas emocionales, se lo convierte en un agente activo en su propio proceso, incorporando técnicas concretas para facilitar la relajación, y especialmente estimular la comunicación con el equipo médico y con sus seres queridos.
Si bien para quienes cursan la enfermedad la respuesta de estrés es inevitable, y hasta esperable, es importante poder regular la proliferación de pensamientos negativos y brindar herramientas puntuales para mejorar la respuesta adaptativa de las personas. Quienes ya cuentan con recursos y técnicas para bajar su ansiedad han demostrado efectos positivos en su respuesta al estrés provocado por la enfermedad.
El abordaje del paciente requiere una evaluación y un tratamiento multidimensional que lo contemple desde una mirada integral.
«Sócrates, en los Diálogos de Platón, cita a un doctor de Tracia que dice que la razón por la cual la cura de muchas enfermedades es desconocida para los médicos es que ignoran el todo».
*Álgica: que es dolorosa.
** “Principios básicos para el control del dolor total”. Astudillo W, Mendinueta C, Astudillo E, Gabilondo S. Basic principles for the control of total pain. Rev Soc Esp Dolor 1999.
Lic. Valeria Bedrossian
valeriabedrossian@gmail.com
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