¿Qué es la indefensión aprendida?

La indefensión aprendida es la sensación de no poder hacer nada frente a un problema a pesar de que sí existan oportunidades reales de cambio.

La persona, bajo esta condición, ha «aprendido» a comportarse pasivamente, con la creencia de no tener la capacidad o la posibilidad de hacer nada, quedando inmovilizada para modificar la situación que la afecta.  

¿Cómo se aprende la indefensión?

  • Mensajes que recibimos de nuestro entorno:

Los mensajes que recibimos en nuestra infancia acerca de nuestras capacidades van formando nuestro autoconcepto. En nuestro desarrollo somos modelados por los relatos de nosotros mismos que nos devuelven nuestros seres queridos. “Qué inteligente”, “Ella siempre llora, no puede hacer nada sola”, “Sos muy sensible”, “Siempre te cuesta todo”, “Con ese carácter nadie te va a querer”, etc. Los mensajes de incapacidad, crítica excesiva y comparación son nocivos para la construcción de una autoestima consistente. 

Esa imagen mental de uno mismo está influenciada sobre todo por las vivencias y las interacciones con las personas más importantes para nosotros. 

Un componente central de la autoestima es la creencia en las propias capacidades para resolver situaciones. Sensación de Yo puedo. Yo voy a poder. Confianza en mis capacidades.

Además de la influencia de la interacción con nuestros seres queridos, también la experiencia y la socialización cumplen un papel importante. Por eso las experiencias de bullying infantil pueden ser tan nocivas para la autoestima.

Si podemos tener experiencias de socialización que nos devuelvan una imagen positiva de nosotros mismos, el autoconcepto se ve reforzado y nos permite creer que somos valiosos y capaces. 

Una de las cosas más destructivas para la persona es desarrollar la idea de la propia incapacidad, pensar que no seremos capaces de nada.

  • Experiencias propias y de otros que nos modelan:

Otro elemento clave es el aprendizaje que logramos de las experiencias de éxito o fracaso que vamos obteniendo en nuestra vida que van reforzando o no la sensación de “poder personal”. “Voy a poder frente a esto”, “cuando me propongo algo, finalmente lo logro”; o “es imposible modificar esto, no se puede”, “siempre tuve sobrepeso, ya probé cientos de tratamientos y siempre vuelvo a lo mismo”, “es imposible dedicarme a lo que me gusta”. 

Una persona expuesta mucho tiempo a situaciones de fracaso, sin posibilidad de resolución desarrolla, muchas veces un alto umbral de tolerancia al malestar y pasividad. El organismo se adapta para evitar una nueva frustración, por preservación y evitación de mayor dolor, y cae en la pasividad. 

Cuando esa respuesta se vuelve estable, puede que las situaciones cambien, y tenga la misma respuesta pasiva, pero en condiciones en las que sí podría tener un resultado exitoso. 

Muchas veces, incluso, lo que influye en la construcción de la idea de imposibilidad, es no la propia experiencia, sino la observación de las vivencias de nuestros seres más cercanos. Si mis padres nunca pudieron hacer nada para salir de la situación de “enfermedad, malestar, pobreza, violencia, etc”, ratifico que es imposible, y ni lo intento. 

En mi experiencia clínica he observado que cuando las personas se han visto expuestas a muchos fracasos, por ejemplo en relaciones de pareja, en emprendimientos para su desarrollo personal, en adquirir mayor autonomía una de las respuestas defensivas puede ser la “inacción”. Esa inacción lleva a la insatisfacción y a una mezcla de desesperanza y resignación. 

Un niño expuesto en forma persistente al bullying; una mujer maltratada que pierde la fuerza para abandonar a su pareja; una persona con depresión que ya se resignó a poder sentir bienestar, un hombre acostumbrado a sus síntomas de ansiedad que se refugia en conductas evitativas, alguien con sobrepeso mórbido que renunció a la posibilidad de sentirse bien con su cuerpo. En estos estos casos, el denominador común es que la persona ha estado tanto tiempo expuesta al malestar, sin poder resolverlo que ya ni lo intenta. Ha aprendido que no puede hacer nada. 

La teoría de la indefensión aprendida se ha relacionado con la depresión, los episodios de ansiedad y otros trastornos mentales. 

El psicólogo Martin Seligman, en los años 70, desarrolló el concepto de “indefensión aprendida”. Sus experimentos con perros expuestos a situaciones de estrés le permitieron observar sus respuestas frente a diferentes estímulos.

Comprobó que cuando estos eran sometidos continuamente a estímulos negativos y no tenían la posibilidad de escapar, en cierto punto simplemente dejaban de intentar evitar el estímulo, se rendían y se comportaban como si estuvieran completamente indefensos. Cuando se les ofrecía la posibilidad de escapar, no lo hacían, puesto que ya habían aprendido que era “imposible”. La experiencia de la impotencia aprendida influía en su conductas posterior. 

Los animales, pero también las personas, pierden la confianza en su capacidad de actuar ante el estrés incontrolable, el miedo y la frustración persistente. No buscan una salida, aunque puedan tener acceso a ella. 

¿Cómo salir de la sensación de indefensión?

-Fortalecer la autoestima. 

-Introspección. Preguntarse: ¿Qué deseo hacer?. Una pregunta muy reveladora es: ¿Qué haría si no tuviera miedo a fracasar?.

-Indagar creencias e ideas distorsionadas. “Todo es por mi culpa”. “Haga lo que haga, nada va a salir bien”. “Siempre me pasa lo mismo”.

-Abrir el juego. Animarse a pensar posibles acciones, mínimas para salir de la parálisis. 

-Conversar con otros acerca de este tema, abrirse a la posibilidad de obtener una mirada distinta, con alguien externo, desde otra perspectiva, para salir del círculo vicioso. 


Lic. Valeria Bedrossian

valeriabedrossian@gmail.com
Facebook | Instagram | LinkedIn | Twitter

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.