La violencia es la muerte de la palabra

En las consultas de terapia en las que se presentan situaciones de violencia, puedo advertir que en esas relaciones el valor de la palabra se fue degradando.

¿Qué pasa cuando la palabra ya no tiene valor?

Cuando fallan los mecanismos que sostienen el diálogo, cuando la palabra pierde valor, cuando la confianza se degrada, el ser humano despliega su modo más primitivo: La agresividad.

La defensa alopática consiste en dirigir toda tensión hacia el mundo externo, expulsar todo lo amenazante, no implicarse como sujeto, sino repudiar todo aquello que no condice con las propias expectativas y agredir al otro sin registro de su humanidad. Las situaciones de violencia representadas por la guerra, son una manifestación de esta dinámica que representa la muerte de la palabra como articulador, como posibilidad para evitar la destrucción del otro, y en un punto de nosotros mismos como sujetos.

La violencia se genera cuando la palabra pierde valor.

La degradación del valor de la palabra se va instalando subrepticiamente cuando empezamos a subestimar su impacto en lo cotidiano: Cuando comenzamos a decir por decir, a no registrar lo que decimos, cuando habilitamos modos impulsivos (justificándonos con argumentos “lo dije porque estaba enojado/a”; “sabés que cuando me enojo soy capaz de decir cualquier cosa”; “Soy frontal”; etc), cuando no medimos el impacto emocional en el otro de lo que decimos.

Las conversaciones van perdiendo fuerza, la credibilidad se va debilitando, la confianza en la palabra del otro va dando lugar a la descalificación, a la desconfirmación a formas del discurso estériles que no conectan mundos, sino que generan distancia y defensa. Es ahí donde la violencia empieza a constituírse como una forma legitimada de relación.

No subestimemos el valor de la palabra.

El valor de la palabra para mí es sagrado. Las palabras son nuestro puente con los demás. Si dinamitamos el puente, no hay conexión, hay violencia.

La guerra es la muerte de la palabra. Me da tristeza asistir a la muerte de la palabra en esta era de la humanidad.

Tus palabras tienen impacto. Construyen muros, defensas o puentes.

Desde mi perspectiva la violencia es una declaración de impotencia que daña, que distancia y que es difícil reparar cuando se instala como modo de relación.

Es finalmente una ausencia de poder que pretende imponerse por la fuerza. Es la forma más impotentizante que puede haber. Quien la recibe la sufre, se distancia y quien la ejerce, se convierte en el ser más impotente porque en el fondo sabe que no puede lograr autoridad desde un lugar diferente.

«La violencia es el último refugio del incompetente». Isaac Asimov


Lic. Valeria Bedrossian

valeriabedrossian@gmail.com
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