El síndrome de Garrick: La paradoja del que ayuda a otros y no puede salvarse a sí mismo.

El poeta mexicano Juan de Dios Peza en su poema “Reír Llorando” hace referencia a un famoso comediante y dramaturgo británico, David Garrick e ilustra su intento desesperado de obtener ayuda, para salir de un estado anímico de desasosiego y tristeza que denomina «spleen».

El spleen representa el estado de melancolía sin causa definida o de angustia vital de una persona que, como en el caso de Garrick, no puede resolver a pesar de ser fuente de alegría y salvación para otros. 

REÍR LLORANDO

Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—

el pueblo al aplaudirlo le decía:

«Eres el más gracioso de la tierra

y el más feliz…»

                                 Y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores,

en sus noches más negras y pesadas,

iban a ver al rey de los actores

y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,

llegóse un hombre de mirar sombrío:

«Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso

como esta palidez del rostro mío.

»Nada me causa encanto ni atractivo;

no me importan mi nombre ni mi suerte

en un eterno spleen muriendo vivo,

y es mi única ilusión, la de la muerte».

—Viajad y os distraeréis.

                                              — ¡Tanto he viajado!

—Las lecturas buscad.

                                          —¡Tanto he leído!

—Que os ame una mujer.

                                                —¡Si soy amado!

—¡Un título adquirid!

                                      —¡Noble he nacido!

—¿Pobre seréis quizá?

                                          —Tengo riquezas

—¿De lisonjas gustáis?

                                          —¡Tantas escucho!

—¿Que tenéis de familia?

                                              —Mis tristezas

—¿Vais a los cementerios?

                                                —Mucho… mucho…

—¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?

—Sí, mas no dejo que me impongan yugos;

yo les llamo a los muertos mis amigos;

y les llamo a los vivos mis verdugos.

—Me deja —agrega el médico— perplejo

vuestro mal y no debo acobardaros;

Tomad hoy por receta este consejo:

¡»Sólo viendo a Garrik, podréis curaros»!

—¿A Garrik?

                        —Sí, a Garrik… La más remisa

y austera sociedad le busca ansiosa;

todo aquél que lo ve, muere de risa:

tiene una gracia artística asombrosa.

—¿Y a mí, me hará reír?

                                              —¡Ah!, sí, os lo juro,

él sí y nadie más que él; mas… ¿qué os inquieta?

—Así —dijo el enfermo— no me curo;

¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la receta.

Juan de Dios Peza

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Lic. Valeria Bedrossian

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